A fines del siglo XIX, los girasoles eran muy apreciados como flores ornamentales. Simbolizaban las ganas de vivir y el idealismo...también se convirtieron en uno de los motivos favoritos en las pinturas de Vincent Van Gogh.
Ya otros pintores habían representado este tema. Fue cuando Van Gogh estudiaba la pintura flamenca del estilo Barroco, en Amberes, que vio los primeros cuadros de girasoles. Le inspiraron tanto, que realizó seis cuadros en un sólo mes. A partir del 1888 repitió este motivo en varias ocasiones. De hecho, escribió a su amigo Émile Bernard: "¡Qué magnífico es el sol aquí en verano! Estoy pensando en decorar mi estudio con media docena de cuadros de girasoles, para que brillen en la pared los amarillos de cromo puros y quebrados sobre diversos fondos..." Es que Van Gogh comparaba el efecto de sus girasoles con las vidrieras góticas de las iglesias. En una ocasión, llevó de visita a su casa al pintor francés Paul Sinac, el cual narró: "Me llevó a su casa de la Place Lamartine, donde pude ver los magníficos cuadros... ¡Imagínese el esplendor de esas paredes blanqueadas sobre las que destacaba toda la viveza de los colores!"
Sus cuadros de girasoles suelen contener de doce a catorce flores en distintas fases de crecimiento y colocadas en jarrones redondeados. Éstos están divididos en dos zonas cromáticas, colocados sobre una superficie estrecha y simple, mientras que los fondos están poco definidos en la composición. La pintura al óleo que se presenta, sobre estas líneas, fue titulada: Jarrón con girasoles (1888).
Referencia:
Beaujean, D. (2000). Vincent van Gogh. Barcelona: Könemann.
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